No! Nunca
debemos olvidar que el Hermano Carlos era un hombre, hecho de la misma tierra
que nosotros, animado por los mismos movimientos interiores, las mismas
contradicciones, los mismos errores.
¿Y eso nos
dice más acerca de su santidad?
¿Y eso nos
dice más sobre el amor que Jesús nos propone?
Nos deja el legado de su obra inconclusa |
"Como el
Padre me amó, yo también los he amado...” "He aquí mi mandamiento: amar a
los otros como yo los he amado…"
¡Ah! Si no
existiera este "como" que
hace imposible para nosotros…. amar como
Jesús amó!
En este caso,
creo que es la gran herida del corazón del Hermano Carlos, y es también la
nuestra, de cada uno de nosotros: la de
un deseo de amor que no puede llegar a su plenitud.
Pero la feliz herida
del amor herido, puede ser un estimulante para nosotros para seguir adelante.
Carlos de
Foucauld nos deja una herencia: dar sus frutos, asumir los retos. Nos deja una
obra inacabada.
Entonces ¿nos
encerramos en un museo de piedad o vamos a arremangarnos para continuar el
surco trazado?
Los grandes
desafíos evangélicos del Hermano Carlos permanecen abiertos ante nosotros:
El desafío de
mansedumbre evangélica y la no violencia.
El desafío del
amor fraterno y la vida dentro de una comunidad.
El desafío de
una fraternidad vivida a una escala planetaria, más allá de toda manifestación
de odio étnico y vengador, más allá de cualquier sentimiento de superioridad
nacional o cultural.
Independientemente
si queríamos o no la beatificación de Carlos de Foucauld, como sus hijos
estamos atrapados por su propio mensaje y su obra inconclusa.
Para nosotros no
es una cuestión de poner nuestro bendito en los altares, de llevar su medalla
al cuello, honrar sus reliquias, es más ponernos en su escuela, es decir, en la
escuela de Jesús, su amado y Señor Jesús.
Si queremos
caminar sobre las huellas de Carlos, no hay otro camino que ir a través de
Jesús de Nazaret, el que tomó el último lugar.
+ Claude Rault - Obispo de
Laghouat-Ghardaia (Alger)
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