A continuación un texto del Hermanito Antoine Chatelard, tal ves quién más conosca de Carlos de Foucauld, nos ofrece una visión para muchos desconocida acerca del caminar espiritual - humano del Hermanito Carlos en sus días de soledad en el desierto donde encontró a Dios.
Estamos aquí para amar |
Este año del
centenario de la conversión de Carlos de Foucauld (Octubre 1986) es un momento
favorable para recordar que su vida, como la de todo hombre, fue una ‘sucesión
de movimientos más o menos dislocados, de épocas que cada una es como el revés
de la época precedente y que significa un comienzo nuevo y a veces absoluto”
(1).
Sin querer dar
prioridad a una fecha (2), nos detendremos un momento privilegiado de su vida
en el Hoggar para comprender mejor lo que es esta vida de Nazaret y este último
lugar en el que pensaba imitar a Jesús, su Bienamado hermano y Señor Jesús.
Antoine
Chatelard. Febrero 1986 (Documento
Fraternidad)
I.-
Lunes 20 de enero 1908 En una choza
de seis metros por dos metros, donde está su capilla, su cama, su mesa de
trabajo, toda su biblioteca y sus papeles, Carlos de Foucauld está atado a su
cama, pues no puede ni siquiera incorporarse sin correr el riesgo de ahogarse.
Siente que el
final está cercano. En su bloc anotará en esa fecha: “Obligado a interrumpir mi trabajo - Jesús, María, José, os entrego mi
alma, mi espíritu y mi vida”. (3).
ENFERMEDAD
Está en sus 50
años y justo en el centro de su vida sahariana (1901-1916); le quedan ocho
años de vida (4).
Desde
comienzos del año, siente el cansancio, duerme mal y no tiene apetito. No sabe
lo que tiene y atribuye su estado al frío, al exceso de trabajo y a la falta de
sueño. Le ataca el escorbuto y es víctima de una carencia alimenticia que se
manifiesta bajo forma de anemia (5). No es extraño a causa del régimen sin
carne, sin verduras ni muchas legumbres que lleva. Si todavía comiese hasta
saciarse trigo y dátiles, pero, a su vuelta de viaje, el pasado Julio, viendo
que la gente no tenía nada para comer, distribuyó su reserva, sin preveer lo
suficiente para él.
“Hace
dos años que no llueve, escribía a su prima. Es el hambre en un país que vive sobre todo de la leche, y donde los
pobres viven casi exclusivamente de leche. Las cabras están tan secas, como la
tierra y la gente tanto como las cabras” (6).
Ermita de tamanrraset, su claustro simbólico |
Según sus
teorías ascéticas: mientras menos se come, más perfecto se es. “No ocuparse de la salud o de la vida más
que un árbol de la hoja que se cae”, escribía antes, durante su tiempo de
vida eremítica en Nazaret. No obstante comienza a ver las cosas bajo otro
ángulo y el 7 de enero escribía a Laperrine para pedirle alimentos, entre otras
cosas leche concentrada e incluso vino. Cuando esta carta llegara a In Salah,
15 días más tarde, Laperrine comprendería rápidamente la gravedad de la
situación, acto seguido escribía a Mons. Guerin: “Voy a decirle algunas nimiedades y quiero que me deis permiso para
decirle que la penitencia que va hasta el suicidio progresivo no está
permitida" (7) y un poco más tarde: “Le he hecho una buena reprimenda ya que supongo que sus penitencias
exageradas son una de las principales causas de su debilidad y que el exceso de
trabajo en el diccionario hizo el resto”. Puesto que se trata igualmente de
exceso de trabajo (8).
Desde hace
tres semanas se agota para acabar rápidamente la traducción de textos en prosa
que heredó tras la muerte de Motylinski. En realidad rehace completamente el
texto con Ba-Ianou, “un touareg muy
inteligente pero charlatán”, desde la salida del sol hasta su puesta, o
sea, cada día a las 11 de la noche. El resultado es que durante el mes de
enero, sólo pudieron trabajar varios días: el alumno está agotado por ese
ritmo. ¿Va a quedarse ese enorme trabajo inacabado y las miles de páginas
clasificadas sobre su mesa, van a perderse?
SOLEDAD
DEL CORAZÓN
Esta
enfermedad tal vez tiene igualmente algunas causas psíquicas. Desde hace seis
meses Carlos de Foucauld sólo vio pasar a dos europeos; el Sr. Dubois, un
etnólogo, en octubre, y el lugarteniente Halphen, en diciembre. Además, éstas
serán las únicas visitas que recibirá en 11 meses.
Eso quiere
decir que el correo sale raramente, con ocasiones poco seguras y llega más
raramente aún. El 7 de enero recibió la primera y única carta de su prima que
le escribía cada quince días. Privado del socorro eficaz de este cariño vital,
renovó la ofrenda hecha el primer día de su separación. El 15 de enero, hará 18
años que no se han visto; ese día de aniversario se convertirá en un día de
retiro.
La herida
continúa abierta corno el primer día y él sabe que no debe volver a verla; el
sacrificio tiene que durar hasta el final. ¿Habrá llegado ese final? que le
hace perseverar con confianza y paz, es pensar que habiendo dado a Dios, en un
desprendimiento total lo más grande que podía dar y no habiendo nunca buscado a
disminuir el sacrificio, sabe que Dios no lo rechazará.
Escritorio del Hermano Carlos |
Nunca había sentido tan fuertemente ese
aislamiento que lo aleja de todos aquellos que ama. Para medir esa privación
hay que comprender el lugar que ocupa la correspondencia en su vida. Es el
único medio que tiene para expresarse, intercambiar, comunicar.
Nada del Abbé
Huvelin, ni una sola carta desde hace dos años. La soledad es dura cuando no se
la desea y no hay que citar demasiado fácilmente lo que él escribía dos años antes
para tranquilizar a su prima respecto a esa soledad inquietante. Cierto, ahora
sabe, como en 1905, que nunca se está solo cuando se tiene a Jesús
sacramentado, el mejor de los amigos con quien hablar día y noche. Pero en
estos momentos necesitaría que alguien le hable; quisiera oír una voz fraterna
y amistosa. Se encuentra tan solo como en otros tiempos en Marruecos donde, como
hoy, había visto la muerte muy cercana. “Nunca
un cristiano con quien hablar”, se quejaba entonces. Aunque se diga ahora
que esto no era por su gloria, sino por la gloria de Dios, este pensamiento no
bastaría para reconfortarlo.
AISLAMIENTO
Más grande aún
es su decepción de no ver a ninguno de sus amigos venir a él, desde hace meses.
Los sedentarios de la aldea que cultivan los huertos, unas cuarenta personas,
rápidamente acabaron con sus posibilidades de darles limosnas. Ya no tienen razón para venir a su casa.
Los nómadas
dispersos por la sequía no manifiestan prisa alguna en venir a verle, y esto no
es solamente a causa del frío, corno a él le gustaría creerlo.
Por
discreción, pero sobre todo por principio, el mismo no se retira de sus tres
chozas que, con su “capilla-sacristía”, constituyen su “claustro” simbólico. “Estoy a trescientos o cuatrocientos
metros de las chozas de la aldea. Por lo tanto no tengo vecinos próximos y
estoy en una gran soledad. No obstante veo a mucha gente, vienen a verme; yo no
voy a ver a nadie. Me limito a mi clausura. Continúo siendo monje, monje en
país de misión, monje-misionero, pero no misionero sólo. Eso es lo que escribía
a su cuñado cuando, un poco después, empezará a recibir visitas” (9).
Si, su
decepción es grande. Vino a esas montañas para unirse a un pueblo al que se
cree enviado. En el curso de los viajes que hizo el año precedente, encontró
numerosos hombres y mujeres allí donde los pastos concentraban a los nómadas.
Ya se planteó la cuestión de instalarse en otro sitio que en Tamanrasset, en un
lugar más céntrico, en algún a 600 kms al sur, hacia Tin Zaouaten, y también
más alto en la montaña, donde el fresco y las lluvias atraían a los nómadas.
Aquí el esfuerzo para acercarse a la gente son vanos, y hay tan poca gente.
Peor aún, su
sola presencia parece provocar una reacción islámica. Moussa ag Amastane
oficialmente investido del poder aménokal del Ahaggar desde 1905 se instaló
también en las proximidades, un poco más arriba de la aldea. Piensa convertir
Tamanrasset en su residencia y con un celo religioso digno de notar, se propone
transformar esa aldea en una verdadera ciudad musulmana. Para ello, hizo venir
de Touat a los Tolba (10) que enseñaban el árabe y el Corán. Desde el punto de
vista del marabaut cristiano esos hombres hacen entre la población mala
propaganda contra todo lo que sea francés o cristiano. Además, para construir
una mezquita y una zaouia, Moussa hace una colecta de dinero.
ANGUSTIA
POR LA SALVACIÓN DE LOS HOMBRES
Se comprende
que en este estado de agotamiento físico y moral en el que se encuentra, la
preocupación por la salvación de los hombres se transforme en una verdadera
angustia para Carlos de Foucauld. Ve al espíritu del mal luchar contra él,
contrarrestar su obra. “Hay, escribía, comarcas donde las almas desprovistas de
nuestros medios de salvación, esclavos del error y del vicio, caen al infierno
en gran cantidad. Cristo murió por cada una de ellas. ¡Cuanto debemos a las
almas cuyo precio es la sangre de Jesús...! rezad para que el Padre de la
familia envíe obreros, buenos obreros, a su campo”.
A él le
gustaría trabajar por la salvación de esas almas que están tan cercanas a él y
tan alejadas al mismo tiempo. Y no puede hacer nada más. Vuelve a pensar en una
nueva idea que tuvo durante su retiro en septiembre último puesto que los
sacerdotes y los religiosos no responden a su llamada y a su oración, ¿no deberá dirigirse a los laicos y
suscitar un movimiento de opinión para que los cristianos tomen conciencia de
su deber respecto a los pueblos colonizados? Pensó escribir un libro sobre
ese tema. Ahora piensa crear él mismo una asociación de laicos y sacerdotes que
se ayudarán mutuamente a cumplir con ese deber. Pero, ¿no morirá antes de haber
escrito algo sobre ese proyecto?
UNA
VIDA INÚTIL
Reducido a la impotencia total, sin Eucaristía, totalmente abandonado a Dios |
Reducido a la
impotencia más completa, no puede constatar el fracaso de su obra o incluso de
su propia vida, puesto que realmente no se ha convertido. ¿No hubiese hecho
mejor de elegir una vida más útil en un lugar más propicio? ¿Qué vino a hacer
aquí?, desde hace 20 años que recupero al fe, ¿qué ha hecho?
Huyó de todo en los desiertos del Próximo
Oriente, para poner entre el mundo y él una distancia segura; para salvar su
vida, buscó la protección de un claustro y luego la incógnita de una vida de
ermitaño en la soledad, lejos del mundo, lejos de los hombres, a fin de vivir
solamente para Dios. Pero Dios le hizo salir de esa soledad demasiado
placentera para volverlo a llevar entre los hombres. Se creyó encargado de una
misión particular para ir a los más alejados, llamado a ir donde los otros no
podían ir. ¿No se creyó mejor que los
demás, capaz de hacer lo que los otros no podían?
SIN
EUCARISTÍA
Después de su
ordenación se marchó para llevar el Banquete del cual era el servidor. ¿Quién se interesa por lo que él quiere
compartir? ¿Por qué haber vuelto a ese país donde ni siquiera puede celebrar la
Eucaristía? (11).
En seis meses
solamente pudo celebrar cinco veces aprovechando el paso de los dos únicos
cristianos que quisieron” asistir” a su misa.
¿No hubiese hecho mejor quedándose en Beni-Abbés donde al menos podía celebrar
la Eucaristía diariamente? ¿No era
esa la cosa más útil que podía hacer por la salvación de los hombres? Incluso durante la Navidad se quedó solo y
sin misa por vez primera desde su conversión.
A pesar de
ello, eligió volver y quedarse entre esta gente indiferente. ¿Por qué? ¿Fue su
último error? ¿Qué fue lo que le empujó a actuar así y justificar su elección?
¿No debería,
antes de estar inmovilizado sobre su cama, consumir el Santísimo en el Sagrario?
¿Qué pasará si muere? No obstante, ¿tendrá el valor de privarse de esta
presencia que parece ser su sola razón de existir?
El cree
firmemente que es esta presencia sacramental la que se refleja físicamente
sobre el mundo. El Sagrario está allí, a dos metros de su cama esta proximidad
es muy importante para él. Nunca se creyó autorizado a comulgar. Sin embargo lo
preguntó. Pero lo que sobre todo espera obtener un día es el permiso para
celebrar solo aunque hasta ese momento nunca se haya dado esa autorización.
Jesús es el
amo de lo imposible. Esta privación está de tal forma en contradicción con sus
convicciones pasadas que no osa hablar a su familia o amigos. Menos mal que aún
no conoce el futuro, ya que algunas semanas más tarde recibe la noticia de que
no podrá conservar el pan consagrado en el sagrario mientras esté solo.
Lo consumirá entonces, con la muerte en el
alma, y, durante seis años, continuará con un sagrario vacío, obligado una vez
más a revisar sus principios y sus convicciones, ya que así y todo, permanecerá
allí.
DESEO
DE VIVIR Y ABANDONO
“Os entrego mi alma, mi espíritu y mi vida”
anotó en su carné ese día. No conoce la oración de abandono que sus discípulos
descubrirían en sus propios escritos, pero bajo otras formas, es, en esta hora,
su única oración: “Toma mi vida Señor, es
todo lo que puedo ofrecerte. No, no soy mejor que los demás... Heme aquí, las
manos vacías delante de ti... Heme aquí al atardecer de esta vida, tan
miserable, habiendo producido tan pocos frutos’ “Si el grano de trigo caído en
tierra no muere, se queda solo. ..“
Deseó tanto
ese momento que finalmente le permitiría reunirse con su bienamado hermano y
Señor, y he aquí que se agarra desesperadamente a la poca vida que le queda —su
deseo de vivir va en crecimiento. Nunca tuvo tantas razones para querer seguir
viviendo. ¿Es posible morir así sin que
nadie tome el relevo? Hay tanto que hacer por estos hombres y mujeres... “pero
el Señor los ama más que yo. No tiene necesidad de mi que se haga su
voluntad.., lo que tú hagas de mi te lo agradezco... estoy dispuesto a todo...
con tal de que tu voluntad se haga en mí, en todas tus criaturas...”
II.-
Ba-Amuou tuvo
que avisar a la gente y en primer lugar a Moussa ag Amastane del estado del
Hermano Carlos, conscientes de su
responsabilidad respecto a su huésped, se apresuran en hacer todo lo posible
por salvarlo según sus propios medios.
Algo, cuya
importancia es difícil de medir, sucede ese día, tanto para la gente como para
Carlos de Foucauld. “Me buscaron todas
las cabras que tenían un poco de leche en esta terrible sequía, por cuatro kms
a la redonda “. “La gente ha sido muy
buena conmigo”. Está impresionado por la bondad de la gente, pero no se da
cuenta de la importancia de ese cambio de relaciones con ellos, de la
conversión real que se está produciendo.
DEMASIADO
RICO AÚN
Quería ser
pobre por ideología monástica, pero sobre todo por voluntad de imitar a Jesús,
quien de rico que era se hizo pobre. Esa era su sola referencia. En ciertos
aspectos vive más pobre que sus vecinos. Sin embargo nadie podía ver en él a un
pobre; si se alimenta mal, no sabe vestirse correctamente, eso no tiene nada
que ver con la pobreza. Su casa está llena de cosas para dar.
El está allí para dar, es su papel y su
función de marabout cristiano, diferenciándose de los marabouts locales,
quienes recogen los dones de la gente a cambio de su ciencia o sencillamente de
su bendición.
Cierto, ya no hace grandes distribuciones como
en Bení-Abbés, donde tenía que vigilar la cadena de mendigos. Sus limosnas
desde ahora son muy personales. Se pueden contar sus dones en dinero o en
especies, hace listas de pobres por categoría como lo testifican sus blocs de
notas. Permanece el benefactor, siempre dispuesto a socorrer y a distribuir
según las necesidades de cada uno. Lo que él da con sus bienes, su haber, y que
él administra solicitando dones a su familia para los pobres.
Se considera
como el padre que, según S. Pablo, debe dar y no recibir, (esto lo anotaba en
1903 en Bení-Abbés a propósito de la Oficina Árabe).
En 1904 en su
informe sobre la forma de viajar en el Sahara, detallé en más de seis páginas
todo lo concerniente a las limosnas (dinero, tejidos, alimentos) según las
situaciones (ya estuviese en camino o en residencia), y concluye con una
perspectiva de buen misionero: “... no
aceptar nada, al menos que sea indispensable y que sean cosas de muy poco
valor”. Siente el tenor de dejarse enredar o comprar. Pero, ¿cómo compartir
realmente sin estar dispuestos a recibir algo?
Demasiado
poderoso
Demasiado rico y sabio aún; debía entregar todo |
El quería ser
pequeño, abordable y sin embargo no dejaba de constatar la distancia que le
separaba de aquellos de quienes quería estar cercano. Había llegado con los
militares preguntándose si un día la gente sabría hacer la distinción entre los
sacerdotes y los militares. A pesar de sus limosnas, a pesar de su hábito
religioso, permanecía allí, solo y sin armas, siendo el representante de esta
administración extranjera de la que todos desconfiaban y de la que se tenía
miedo. A los ojos de la gente,
representaba un poder.
Demasiado
sabio
Además, ¿él
mismo no había venido como conquistador? Incluso si rechazaba el título de
misionero, el monje que él quería ser pensaba solamente en la conquista de sus
almas. Habla de “domesticar”, como lo hacen los militares, de quienes coge el
vocabulario. Vino Como portador de la civilización y de la fe, fuerte en su
saber y de sus experiencias. El solamente piensa en servir y en promover el
bien común de las tribus por encima de sus intereses particulares.
Programó el
desarrollo económico y la instrucción para el progreso. ¿Pensó alguna vez en
que tenía que descubrir a hombres de una civilización diferente, que vivían una
fe y cultura diferente a la suya?
Aún poniendo en entredicho a Ba-Harnou,
empieza a entrar en un verdadero diálogo con él, pero todavía estaba demasiado
preocupado por dar a conocer su propio saber y sus convicciones. Su trabajo lo
puso en el camino de una escucha atenta, primera condición para un compartir
válido. ¿Cómo podía él pedir a los demás de escucharle si él no estaba
dispuesto a escuchar primero?
El
cambio de las situaciones
En esa época no se hablaba de interpretar los signos de los tiempos ni de discernir los signos del Reino para reconocer al Espíritu obrando en el corazón de cada hombre. |
El mes de
enero se acaba como una resurrección. El enfermo recobra fuerzas y el 31 recibe
un mensaje de Laperrine que le anuncia la autorización de celebrar la misa sin
asistente. “Navidad, Navidad”, anote en su cuaderno, ¡Deo Gratias!. El 1º de
febrero empezará a celebrar solo. Trata igualmente de volver al trabajo pero
tiene que renunciar. Solamente a mediados de febrero empezará algunas horas,
por la tarde, con Ba-Hanou. A comienzos de marzo llegarán finalmente dos
camellos con provisiones, cuatro veces más de lo que él había pedido.
Solamente
empezará a anotar sistemáticamente las visitas en su cuaderno a partir de 1913.
Pero se ve por su correspondencia que a partir de ese invierno del 1908 que
éstas son cada vez más frecuentes. A finales del mes de junio, Laperrine,
llegado de Tamanrasset, podrá escribir al Padre Guerin: “Va muy bien y está resplandeciente de salud y de alegría... El 29 de
junio llegó a mi campamento, galopando como un alférez a la cabeza de un grupo
de jinetes tuaregs. Es más popular que nunca entre ellos y lo aprecian cada vez
más” (12).
Ese estado de
debilidad y de enfermedad le permitió vivir con esos hombres, que se
convertirán en sus amigos, una nueva relación. Es una conversión real, un paso
adelante en el compartir. Tal vez había creído que podía dejar de lado la
reciprocidad que define la amistad, esta perla preciosa, “una cosa tan rara y preciada por todos sitios” (13), y que desde
entonces le ayudara a vivir.
El que
únicamente había pensado en dejarlo todo; acepta recibir el céntuplo en este
mundo. Se le exige también desprenderse de sí mismo, de su propia búsqueda, tal
vez demasiado voluntariosa, de la perfección religiosa, de sus proyectos bien
calculados. También tiene que aceptarse a sí mismo, dejar de creerse un
súper-hombre, hacerse más humano empezando por dormir lo necesario y
alimentarse correctamente. Sin duda que acaba de crecer en esta humildad que
impresionó a todos aquellos que le rodeaban.
Igualmente
comienza aceptando a los otros tal y como son. Comparte con esos hombres y
mujeres, no solamente el pan y la leche, sino todo lo que hace la vida, las
noticias buenas o malas, los proyectos, los deseos, las reivindicaciones y se
hace portavoz de unos y de otros. Ya no se contenta con escribir consejos para
Moussa, sino que anota los consejos que recibe de Ouksem y de los otros, las
informaciones de Ba-Hanou.
Ciertamente
que comparte las ideas de su tiempo sobre el Islam y piensa que la religión no
resistirá a la historia y a la filosofía, como lo escribía el 9 de Junio a un
sacerdote de Versalles(14). Pero le dice también: “mientras más avanzo más creo que no hay que buscar conversiones
aisladas por el momento”. Y ese mismo año, el Dr. Dhauteville, de confesión
protestante, oirá decir: “No estoy aquí
para convertir de un solo golpe a los Tuaregs sino para tratar de comprenderlos
y ayudarlos... Además deseo que tengan un lugar en el Paraíso. Estoy seguro que
el Señor recibirá en el cielo a aquellos que fueron buenos y honestos sin
necesidad de que sean católicos romanos. Vd. es protestante, Teissre es
incrédulo, los Tuaregs musulmanes, estoy persuadido de que Dios nos recibirá a
todos si nos lo merecemos y yo trato de mejorar a los Tuaregs para que se
merezcan el Paraíso” (15).
Se deja coger,
se deja atar por las personas, los lazos se crean. ¿No es él quien se dejó
domesticar?
III
UNA PARÁBOLA DEL REINO
Carlos de
Foucauld no midió la importancia de este acontecimiento ni su significado.
¿Podemos hacerlo en su lugar y descubrirlo como una parábola del Reino y una
luz que ilumina su vida y la nuestra?
En esa época no se hablaba de interpretar
los signos de los tiempos ni de discernir los signos del Reino para reconocer
al Espíritu obrando en el corazón de cada hombre. Y sin embargo parece ser que
este hombre se destacó en esta interpretación y reconocimiento. Se expresa en
un lenguaje diferente al nuestro. Eso no entra en su preocupación ni en su
teología.
El P. Guerin,
escribiendo a Mons. Livinhac, en Noviembre 1904, reconocía que Carlos de
Foucauld “como todos aquellos a quienes
dirige el Espíritu de Dios sabe apreciar las circunstancias maravillosamente’.
La caridad de una mujer tuareg, que había tomado bajo su protección y salvado a
los últimos escapados de la misión Flatters, ¿no fue ella la que estuvo al
origen á su deseo de marchar al Hoggar?
Si no supo
reconocer la importancia de lo que estaba viviendo en ese momento, fue porque
las realidades del Reino tienen igualmente como características no dejarse ver
fácilmente. Están escondidas y no aparecen, como el grano de trigo en la
tierra, la levadura en la masa. Es casi
imposible de decir: está aquí o allá, cuando está entre nosotros o incluso
dentro de nosotros.
La pequeñez de
esos signos, su insignificancia, si podemos decirlo así, es muy característica:
un poco de leche, un poco de pan. No podemos por menos que pensar en aquella
viuda que puso en la bolsa todo lo que tenía para su sustento y era tan poco,
en ese niño que un día entregó algunos panes para alimentar a la multitud
hambrienta. Gestos insignificantes que hacen milagros.
Difíciles de
captar porque son demasiado corrientes, una visita, una palabra, un gesto, una
sonrisa, las lágrimas. ¿No está en su naturaleza el ser realizado
inconscientemente? “Que tu mano izquierda ignore lo que hace tu mano derecha”.
. “Cuando te dimos de comer?”.
Nos dice aún
que son como el relámpago que atraviesa el cielo, rápidos como miradas. Pero
también conocemos esas miradas que se nos cruzan y que son corno rayos,
encuentros reales, como esas miradas de Jesús que cambiaban los corazones y los
abrasaban.
Carlos de
Foucauld vivía con la preocupación de dar buen ejemplo. No parece que ese deseo
calculado haya producido efecto. Pero todos aquellos que le conocieron
testificaron de la impresión que este hombre había hecho en ellos, cosa en la
que él no pensaba, y el recuerdo que han guardado es el de una felicidad
resplandeciente, una bondad extrema y una bondadosa humildad.
Eso no es lo
que aparece siempre en sus escritos, y por lo tanto él había conservado del
Abbé Huvelin que lo importante no es lo que se dice ni lo que se hace sino lo
que uno es.
Así pues no
vale la pena impacientarse cuando se cree ver a Satanás incordiando la obra de
Dios, sólo se corre el riesgo de destruir las buenas plantas con las malas. Ya
sea que se duerma o que se vele, que se piense o no, el Reino está en
crecimiento. Solamente en el día de la cosecha se podrá hacer la clasificación.
En los proyectos de Moussa no todo era malo. Además no pasaría mucho tiempo
antes de constatar el fracaso de su empresa.
En ese
acontecimiento que evocamos, tenemos finalmente que constatar que los más
sencillos gestos de hospitalidad tomaron una dimensión imprevista. Convertido
en el pobre enfermo, al mal verle oyesen un día: ”Venid, recibid el Reino...
puesto que tenía hambre y me disteis de comer. Estaba enfermo y me visitasteis.
. .“ Ya no es una parábola, es la misma realidad del Reino. Si hubiese podido
pensar en eso, tal vez el enfermo hubiese podido encontrar el alivio que
necesitaba, él que buscaba con angustia cómo podría llevarles la salvación.
Si Carlos de
Foucauld no pudo comprender el pleno significado de lo que había vivido en ese
momento que fue como una Pascua en su vida, si le fue dado percibir lo esencial
a través de la vida y de la muerte de Jesús. En la primera carta escrita a su
prima, después de esta enfermedad, el 8 de marzo del 1908, da la respuesta a la
pregunta que se hacen tantas vidas aparentemente inútiles, como fue la de
Jesús, tanto en Nazaret como en el Calvario. Lo hace citando a San Juan de la
Cruz, como lo hará también otras veces, especialmente en el día de su muerte: “Nuestro anonadamiento es el medio más
poderoso que tenemos para unirnos a Jesús (16) y de hacer el bien a las almas”
(17).
No faltan en
nuestras vidas esos cambios de situaciones que obligan a dar un paso a través
de una cierta muerte. Cuando el espacio para respirar se restringe, cuando ya
no es posible decir o hacer, cuando nuestra competencia, nuestra entrega y
nuestro celo se convierten en obstáculos, cuando la situación parece
desesperada, es bueno volver a oír el eco en San Pablo: “La debilidad de los
medios humanos es una causa de fuerza” para dar a la esperanza que está en el
centro de nuestras fragilidades y de nuestras angustias.(18)
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NOTAS
(1). Esta
frase es de Jacques Maritain en “Gráce et humanité de Jésus, pg 13
(2). Como lo
hizo A. Woodrow en “Le Monde” del 8.02.86 al elegir de forma totalmente
arbitraria el año 1913, tres años antes de su muerte. Su interpretación está
basada en observaciones que no son falsas (cf. mi artículo sobre “El lugar del
Evangelio en la vida de Carlos de Foucauld, JESÚS CARITAS 2 221) pero que,
todas sin excepción, nada tienen que ver con el año 1913.
(3). Desde su
vuelta a Tamanrasset en Julio del 1907, no anotó ninguna otra cosa en su
cuaderno, excepto un pensamiento piadoso el 15 de Agosto, el 8 de Septiembre,
el 25 de Diciembre y el 12 de Enero.
(4). “Siento
la edad, ya no tengo la fuerza de otras veces, disminuyen cada año; cada vez
más siento el declive”.
(5). Lo sabrá
más adelante en el momento de una recaída en Enero 1914.
(6). LL4B
17.07.1907.
(7). Bazin,
“Vie de Charles de Foucauld” pg. 355.
(8). “Veo que
me hace falta interrumpir todo trabajo durante un mes, seguidamente trabajar
más moderadamente de como lo hacia y sin velar por la noche”. I1’IB 26.01.1908
(9).
26.03.1908. Os. Charles de Foucauld, Oeuvres Spirituelles (Seuil) pg. .742.
(10). Letrados
capaces de leer y enseñar el Corán
(11)..Obligatoriamente
hacía falta un asistente para poder celebrar una misa.
(12). Bazin.
Vie de Charles de Foucauld”, pg. 360.
(13). LHC
8.01.1913
(14). LAC
09.06.1908 — XXV Cartas inéditas (Bonne Presse) pg. 43
(15). Citado
por Lehureaux, “Au Sahara avec le Père Charles de Foucauld, pg 115
(16). Otra
frase escrita en un momento difícil de su vida, cuando debe entregarse
totalmente a la obediencia, en Diciembre 1896, un mes antes de dejar la Trapa,
nos transmite este mensaje “Es en el momento en que Jacob está en camino,
pobre, solo, cuando se acuesta sobre la tierra desnuda, en el desierto, para
tomar algo de reposo después de un largo camino a pie, es en ese momento cuando
está en la dolorosa situación del viajero aislado en medio de un largo viaje en
país extranjero y salvaje, sin cobijo, es en el momento en que se encuentra en
esa triste condición, cuando Dios lo colme de favores incomparables”.
(17). A Mme.
de Bondy el 12 de Diciembre 1916.
(18). Cf. Rm.
5, 3-5 y Cor. 12,10
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