viernes, 23 de marzo de 2018

EL MARABÚ

A mí antes lo del marabú me sonaba a la copla de Aurora la Beltrana en Doña Francisquita  y a veces lo canturreo mientras paso la aspiradora:








“¡Con el ay, con el marabay,
con el bú, con el marabú!
Ay que me mu, que me muero,
si me miras tú”.









Pero luego le he cogido respeto porque, leyendo la vida de Carlos de Foucauld (no se pierdan su espléndida biografía por  Antoine Chatelard en PPC) me he enterado de que era el apelativo que empleaban los tuareg para referirse a aquel extraño francés que vivía entre ellos en Tamanrasset, en la Argelia profunda.
Ahora están a punto de beatificarlo y, mira por dónde, la cosa va a coincidir con el año en que en toda la Iglesia hemos tratado de profundizar en la Eucaristía y que termina con un Sínodo de obispos en Roma.
Providencial coincidencia para que el nuevo Beato Carlos (supongo que, a él, que sólo pretendía en la vida llegar a ser “hermano de todos”, le resultará rarísimo oírse llamar así…), nos contagie algo de su peculiar manera de vivir la Eucaristía.
Como muestra, una página de su diario: “Los nómadas y los escasos sedentarios han adoptado ya la costumbre de venir a pedirme agujas, medicinas, y los pobres, de cuando en cuando, un poco de trigo. Estoy abrumado de trabajo pues quiero terminar cuanto antes un diccionario de tuareg. 
Como me veo obligado a interrumpir a cada momento el trabajo para ver a los que llegan, o realizar menesteres menudos, esto adelanta poco. (...) Para tener una idea exacta de mi vida, hay que saber que llaman a mi puerta por lo menos diez veces por hora, más bien más que menos, pobres, enfermos, viajeros, de suerte que, con mucha paz, tengo mucho movimiento” (30-IX-1901).
 J.F. Six, uno de sus biógrafos, lo comenta así: 
“El Hno. Carlos se fue dando cuenta de que lo importante no era pasar ratos de adoración, ni celebrar a todo trance la santa misa, sino ser como Jesús. Fue siendo progresivamente asimilado, por decirlo así, por la realidad eucarística, que expresa la oblación de Jesús a su Padre y el don de sí mismo en alimento a los hombres. En adelante sabe que la contemplación de Jesús en la Eucaristía, exige de él que se entregue totalmente al Padre y se deje comer por los demás, en una vida que sea prolongación de la Eucaristía”.
No tengo ni idea de lo qué dirá el documento que resuma los trabajos del Sínodo, pero por si acaso va por otro lado, no nos viene mal recordar que todo empezó cuando Jesús pronunciaba la bendición sobre el pan y se partía la vida por la gente, aunque aún no sabía lo de la transubstanciación.
O cuando brindaban él y sus amigos con el vino joven de Galilea y se pasaban la copa para expresar su deseo de compartir la misma suerte. Y no tenían ni idea de que los que venimos detrás íbamos a participar del cáliz “por intinción”
El Hermano Carlos debió aprender todo eso (lo de la sustancia y las especies y lo de las partículas y el purificador...) cuando estaba en la Trapa y estudiaba para ordenarse sacerdote y, seguramente, cuando celebraba después en aquel rincón perdido del Sahara, cumplía con todas las rúbricas a rajatabla, porque así era él en todo.
La diferencia está en que, a él, de tanto frecuentar la Eucaristía, se le fueron contagiando los gestos y las actitudes de Jesús y por eso se puso a hacer lo que él hizo, en memoria suya. Y, lo mismo que su Maestro, fue convirtiendo su existencia en un pan partido y repartido, devorado por todos los que tenían hambre de ser queridos, escuchados, comprendidos, sanados.
Con la misma naturalidad con que acogía a los que llamaban a su puerta, se repartía a sí mismo sin reservarse nada, entregando a todos su tiempo, su afecto, su interés y su amistad.
Lo dirá más tarde René Voillaume, primer “seguidor” del Hermano Carlos, fundador de la Fraternidad de Hermanos de Jesús y autor de En el corazón de las masas, ese “libro de cabecera” de la generación del postconcilio: “Vivir la Eucaristía es entregarse a los otros, llegando a ser para ellos, por el amor y la contemplación eucarística, algo “devorable”.
En fin, que de no entender bien lo que dice el Tantum ergo, cabe la posibilidad de pasarse a lo del Marabú.
Dolores Aleixandre 
(Artículo publicado en la revista ALANDAR)

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