domingo, 8 de diciembre de 2013

La estola y el delantal....


 Creo que debemos esta sorprendente expresión a un obispo del sur de Italia, muerto en 1993, don Tonino Bello, cuyo testimonio evangélico ha sido tan fuerte que seriamente se piensa en proclamarlo « beato ».
He aquí lo que frecuentemente decía a sus clérigos: « en nuestras sacristías hay magníficos  ornamentos sagrados, estolas doradas, pero no se encuentra allí ningún delantal ». Mientras que el único « ornamento sagrado » que Jesús ha portado la noche del Jueves Santo es justamente un delantal, un lienzo que se ciñó para lavar los pies de sus discípulos, haciéndose Él – «el Maestro y Señor »- el humilde servidor sin temor de ensuciarse las manos.
Y nos pide a nosotros hacer también lo mismo hoy.     
                             
El camino de Carlos de Foucauld.
De entrada, nada predestinaba a Carlos de Foucauld a llevar la estola o el delantal. Nacido en una familia de aristócratas afortunados, no tuvo nunca la ocasión de revestir el mameluco de trabajo, y a pesar de sus fervores de niño, tampoco soñó con llevar la estola… por lo menos antes de los 40 años.
Mas, ¿quién podría negar que llegará a ser más tarde a la vez un hombre de acción y de contemplación. A su manera, totalmente única.
Le toma gusto a la acción al principio en la llamada a las armas, que lo llevará a una vida mundana y ociosa. Pero sobre todo fue después de su retiro del ejército, el proyecto de explorador de Marruecos: una intensa preparación durante largos meses –trabaja hasta 16 horas al día- y un viaje de casi un año, a costa de mil peligros, acabándose todo en París con una Medalla de oro de la Sociedad de Geografía.
Pero es justamente en ese momento, a la hora del éxito y de la gloria, que se afinca en él una nueva exploración, esta vez interior, sin duda preparada por la experiencia del desierto y el encuentro con la fe islámica. Una búsqueda intelectual de sentido, que lo conduce progresivamente del « hacer » al « ser », del « saber » al « creer », de la acción a la contemplación.
Y ocurre pronto la conversión al Absoluto de Dios –« no vivir más que para Dios »- encarnado en la humanidad de Jesús, encontrado en el Evangelio y la Eucaristía. Un encuentro de fe y de amor, que le demanda desde ese momento una búsqueda desesperada de imitación radical  de la persona y de la vida de Jesús.
 Él, que está en lo más alto, quiere unirse a Jesús en lo más bajo, « en el último lugar »; él, que es rico, quiere hacerse pobre; él, colmado de honores, quiere seguir a Jesús hasta su « abyección ». Esta búsqueda se concretará en Tierra Santa (Navidad de 1888), mientras va «caminando por las calles de Nazaret que hollaron los pies de Nuestro Señor, pobre artesano, perdido en la abyección y la oscuridad».
A partir de allí, la imagen de Nazaret no lo abandonará nunca más, ni durante los 6 años que pasará en la Trapa.  Lo que parece atraer más a Carlos de Foucauld en Nazaret, no es al principio la contemplación, sino más bien « la existencia humilde y obscura de Dios, obrero de Nazaret».
Como Él, querría compartir la vida de sus padres que son «pobres obreros que viven de su labor» y también piensa, no sin exageración, «una vida de abyección, hasta el último de los últimos lugares» (ES 57).
Pero detrás de la parte más visible, pobre y laboriosa de Nazaret, está la «vida oculta en Dios…toda perdida y abismada en Dios», vida hecha de contemplación, de adoración, en el retiro y el silencio, para estar en todo instante « con Dios, en  Dios, la mirada  hacia Dios ».  « Tu vida  aquí debe estar formada por tres cosas: 1º mirar a Jesús y hacerle compañía en su hogar de Nazaret; 2º mirar y adorar a su Padre; 3º con él mirar a todos los hombres y trabajar por su salvación».
Pero esta vida de Nazaret, tal como la imagina Carlos, empleando su tiempo en algunos trabajos domésticos insignificantes y sobre todo con largas horas de oración, no durará muy largo tiempo (dos tiempos continuados de alrededor de un año), a pesar de su decisión de quedarse allí definitivamente. Entretanto varias «tentaciones» se presentan, mezcladas sin duda con llamadas auténticamente evangélicas.  Es el atractivo de la acción, la necesidad de hacer algo, (por ejemplo, hacer colectas para ayudar a las Clarisas), pero también de ser verdaderamente útil, abandonar una situación artificial y confortable, « el suave nido de Santa Clara», para ponerse realmente al servicio de los necesitados. Sueña así en emplearse como doméstico en un hospital para cuidar a los enfermos. También le parece oportuno tomar un empleo asalariado como enfermero para ayudar a una viuda sin recursos. Uniría así la verdadera condición de trabajador con la de ayudar a alguien más pobre que él. A la objeción de que podría hacerle abandonar así su ideal contemplativo, se adelanta a responder –¡es muy interesante a nuestro propósito!- :«No es la dulzura de la oración lo que hace falta buscar, sino la fidelidad para hacer Su voluntad… Él me dará Su gracia para verlo en los pobres enfermos y conservar su presencia en medio de los trabajos del hospital» (Chatelard, 102)
Este generoso proyecto no se realizará y no se presentará otra ocasión igual de revestir el delantal. ¿Desdichadamente?
Es otra la llamada que terminará por ser la más fuerte, a través de las vueltas sinuosas de esta vida que Dios escribe decididamente «con líneas torcidas», es la vocación al presbiterado. ¿Renunciará Carlos por lo tanto a Nazaret? No. Su ideal permanece siempre, como lo escribió en 1901, después de su ordenación: « imitar la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret». Igualmente como presbítero, se cree llamado a vivir « la vida oculta de Nazaret, no para predicar, sino para vivir en la soledad, la pobreza, el humilde trabajo de Jesús, tratando de hacer bien a las almas…por la oración…la práctica de la caridad». (OS 664). « Esta vida de Nazaret…es necesario llevarla no en tierra santa, sino en medio de las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas».
Desde su llegada a Béni-Abbès ha hecho esa experiencia. La vida «eremítica» con la que aún soñaba se convierte en una existencia abierta y poblada: «Es necesario frecuentemente ir a la puerta, responder, hablar». La casa de Nazaret está invadida de la mañana a la noche, se convierte en la Khaoua, la fraternidad, en la que el huésped es feliz de ser mirado como un hermano, « el hermano universal ». Es como hermano que cada día, después de haber rezado y celebrado –después de 3 a 8 hs- recibe a muchos soldados, árabes, pobres, esclavos. « Me veo asombrado pasar de la vida contemplativa a la vida de santo ministerio. «Soy conducido allí, a pesar mío, por la necesidad de las almas». Pero está convencido de que es allí donde debe vivir la vida de Nazaret y allí sepultarse para siempre.
Pero he aquí que unos meses más tarde su obispo le ha pedido que se ponga en camino hacia el Hoggar. Allí ve «la voluntad del Bienamado» que le habla al corazón: « Tu vida de Nazaret puede llevarse doquier, llévala al lugar más útil para el prójimo». Con tal que allí se junten el recogimiento en Dios y el amor de sus hijos: «Allí, donde tienes tanto la perfección de mi imitación como la de la caridad. Por lo que concierne al recogimiento, es el amor el que debe recogerte en Mí interiormente y no el alejamiento de mis hijos: Mírame en ellos, y como yo en Nazaret, vive cerca de ellos, perdido en Dios».
Nazaret es amar. El amor vivido en la proximidad de los hombres es más importante que el silencio. Es necesario recogerse en el amor fraterno, es allí que se encuentra al Bienamado.
¿Cómo se vivirá esta doble proximidad con Dios y con sus hijos los hombres durante la última etapa de su vida en Tamanraset? Fue allí para reunirse con los más alejados, pero… se encuentra muy solo -único francés y único cristiano- sin compañero, sin correo. Vive marginado en este villorrio de 15 pobres familias que al principio casi no lo frecuentan… trata sin embargo de ser caritativamente  útil, repartiendo alimentos y medicamentos, agujas de coser y hasta enseña a tejer a algunas mujeres  
 Haciendo esto, queda como el que tiene y el que da. Hará falta su grave enfermedad de enero de 1908 para que sea forzado a convertirse en el débil y el pobre que recibe, entre otras cosas la leche de las cabras recogida por las mujeres en 4 Kms. a la redonda. A partir de ese momento los contactos se multiplicarán, en el intercambio gratuito de dar y recibir, si no de bienes, al menos de la simple amistad
¿Adónde han ido a parar la estola y el delantal? De estola no tiene necesidad durante muchos meses, porque no puede celebrar. En cuanto al trabajo manual, lo ha aplazado por un trabajo lingüístico encarnizado con vistas a la publicación de textos tuarges y sobre todo de su Diccionario tuareg-francés en 4 gruesos volúmenes. Un trabajo que le toma toda su energía y la mayor parte de su tiempo, roído sólo por las visitas que llaman a su puerta de vez en cuando y la correspondencia con parientes y amigos que proseguirá fielmente hasta el día mismo de su muerte. ¿dónde encuentra aún tiempo para orar? Uno se lo pregunta.
Más allá de la estola y del delantal, permanece el corazón de Nazaret, que es también el corazón y la cruz de Jesús: ese JESUS CARITAS que lleva en su pecho y en su propio corazón. En lugar de un trabajo de evangelización explícita y de diaconía que todavía parece imposible, permanece en el cada día, « el apostolado de la bondad». Finalmente es el único programa que da a los Priscila y Aquila –los misioneros laicos- que así llama por sus deseos de una futura evangelización: « Amor, amor, bondad, bondad »
Aportacuín de Jean Maríe Pasquier, presbítero, durante  el
Encuentro-vacaciones europeo de la Fraternidad Laica
En el verano 2009 en Suiza (vaumarcus)

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