Creo que debemos esta sorprendente expresión a un obispo del sur de Italia, muerto en 1993, don Tonino Bello, cuyo testimonio evangélico ha sido tan fuerte que seriamente se piensa en proclamarlo « beato ».
He aquí lo que
frecuentemente decía a sus clérigos: « en nuestras sacristías hay
magníficos ornamentos sagrados, estolas
doradas, pero no se encuentra allí ningún delantal ». Mientras que el único «
ornamento sagrado » que Jesús ha portado la noche del Jueves Santo es
justamente un delantal, un lienzo que se ciñó para lavar los pies de sus
discípulos, haciéndose Él – «el Maestro y Señor »- el humilde servidor sin
temor de ensuciarse las manos.
Y nos pide a
nosotros hacer también lo mismo hoy.
El camino de
Carlos de Foucauld.
De entrada,
nada predestinaba a Carlos de Foucauld a llevar la estola o el delantal. Nacido
en una familia de aristócratas afortunados, no tuvo nunca la ocasión de
revestir el mameluco de trabajo, y a pesar de sus fervores de niño, tampoco
soñó con llevar la estola… por lo menos antes de los 40 años.
Mas, ¿quién
podría negar que llegará a ser más tarde a la vez un hombre de acción y de
contemplación. A su manera, totalmente única.
Le toma gusto
a la acción al principio en la llamada a las armas, que lo llevará a una vida
mundana y ociosa. Pero sobre todo fue después de su retiro del ejército, el
proyecto de explorador de Marruecos: una intensa preparación durante largos
meses –trabaja hasta 16 horas al día- y un viaje de casi un año, a costa de mil
peligros, acabándose todo en París con una Medalla de oro de la Sociedad de
Geografía.
Pero es
justamente en ese momento, a la hora del éxito y de la gloria, que se afinca en
él una nueva exploración, esta vez interior, sin duda preparada por la
experiencia del desierto y el encuentro con la fe islámica. Una búsqueda
intelectual de sentido, que lo conduce progresivamente del « hacer » al « ser
», del « saber » al « creer », de la acción a la contemplación.
Y ocurre
pronto la conversión al Absoluto de Dios –« no vivir más que para Dios »-
encarnado en la humanidad de Jesús, encontrado en el Evangelio y la Eucaristía.
Un encuentro de fe y de amor, que le demanda desde ese momento una búsqueda
desesperada de imitación radical de la
persona y de la vida de Jesús.
Él, que está en lo más alto, quiere unirse a
Jesús en lo más bajo, « en el último lugar »; él, que es rico, quiere hacerse
pobre; él, colmado de honores, quiere seguir a Jesús hasta su « abyección ».
Esta búsqueda se concretará en Tierra Santa (Navidad de 1888), mientras va
«caminando por las calles de Nazaret que hollaron los pies de Nuestro Señor,
pobre artesano, perdido en la abyección y la oscuridad».
A partir de
allí, la imagen de Nazaret no lo abandonará nunca más, ni durante los 6 años
que pasará en la Trapa. Lo que parece
atraer más a Carlos de Foucauld en Nazaret, no es al principio la
contemplación, sino más bien « la existencia humilde y obscura de Dios, obrero
de Nazaret».
Como Él,
querría compartir la vida de sus padres que son «pobres obreros que viven de su
labor» y también piensa, no sin exageración, «una vida de abyección, hasta el
último de los últimos lugares» (ES 57).
Pero detrás de
la parte más visible, pobre y laboriosa de Nazaret, está la «vida oculta en
Dios…toda perdida y abismada en Dios», vida hecha de contemplación, de
adoración, en el retiro y el silencio, para estar en todo instante « con Dios,
en Dios, la mirada hacia Dios ». « Tu vida
aquí debe estar formada por tres cosas: 1º mirar a Jesús y hacerle
compañía en su hogar de Nazaret; 2º mirar y adorar a su Padre; 3º con él mirar
a todos los hombres y trabajar por su salvación».
Pero esta vida
de Nazaret, tal como la imagina Carlos, empleando su tiempo en algunos trabajos
domésticos insignificantes y sobre todo con largas horas de oración, no durará
muy largo tiempo (dos tiempos continuados de alrededor de un año), a pesar de
su decisión de quedarse allí definitivamente. Entretanto varias «tentaciones»
se presentan, mezcladas sin duda con llamadas auténticamente evangélicas. Es el atractivo de la acción, la necesidad de
hacer algo, (por ejemplo, hacer colectas para ayudar a las Clarisas), pero
también de ser verdaderamente útil, abandonar una situación artificial y
confortable, « el suave nido de Santa Clara», para ponerse realmente al
servicio de los necesitados. Sueña así en emplearse como doméstico en un
hospital para cuidar a los enfermos. También le parece oportuno tomar un empleo
asalariado como enfermero para ayudar a una viuda sin recursos. Uniría así la
verdadera condición de trabajador con la de ayudar a alguien más pobre que él.
A la objeción de que podría hacerle abandonar así su ideal contemplativo, se
adelanta a responder –¡es muy interesante a nuestro propósito!- :«No es la
dulzura de la oración lo que hace falta buscar, sino la fidelidad para hacer Su
voluntad… Él me dará Su gracia para verlo en los pobres enfermos y conservar su
presencia en medio de los trabajos del hospital» (Chatelard, 102)
Este generoso
proyecto no se realizará y no se presentará otra ocasión igual de revestir el
delantal. ¿Desdichadamente?
Es otra la
llamada que terminará por ser la más fuerte, a través de las vueltas sinuosas
de esta vida que Dios escribe decididamente «con líneas torcidas», es la
vocación al presbiterado. ¿Renunciará Carlos por lo tanto a Nazaret? No. Su
ideal permanece siempre, como lo escribió en 1901, después de su ordenación: «
imitar la vida oculta del humilde y pobre obrero de Nazaret». Igualmente como
presbítero, se cree llamado a vivir « la vida oculta de Nazaret, no para
predicar, sino para vivir en la soledad, la pobreza, el humilde trabajo de
Jesús, tratando de hacer bien a las almas…por la oración…la práctica de la
caridad». (OS 664). « Esta vida de Nazaret…es necesario llevarla no en tierra
santa, sino en medio de las almas más enfermas, las ovejas más abandonadas».
Desde su
llegada a Béni-Abbès ha hecho esa experiencia. La vida «eremítica» con la que
aún soñaba se convierte en una existencia abierta y poblada: «Es necesario
frecuentemente ir a la puerta, responder, hablar». La casa de Nazaret está
invadida de la mañana a la noche, se convierte en la Khaoua, la fraternidad, en
la que el huésped es feliz de ser mirado como un hermano, « el hermano
universal ». Es como hermano que cada día, después de haber rezado y celebrado
–después de 3 a 8 hs- recibe a muchos soldados, árabes, pobres, esclavos. « Me
veo asombrado pasar de la vida contemplativa a la vida de santo ministerio.
«Soy conducido allí, a pesar mío, por la necesidad de las almas». Pero está
convencido de que es allí donde debe vivir la vida de Nazaret y allí sepultarse
para siempre.
Pero he aquí
que unos meses más tarde su obispo le ha pedido que se ponga en camino hacia el
Hoggar. Allí ve «la voluntad del Bienamado» que le habla al corazón: « Tu vida
de Nazaret puede llevarse doquier, llévala al lugar más útil para el prójimo».
Con tal que allí se junten el recogimiento en Dios y el amor de sus hijos:
«Allí, donde tienes tanto la perfección de mi imitación como la de la caridad.
Por lo que concierne al recogimiento, es el amor el que debe recogerte en Mí
interiormente y no el alejamiento de mis hijos: Mírame en ellos, y como yo en
Nazaret, vive cerca de ellos, perdido en Dios».
Nazaret es
amar. El amor vivido en la proximidad de los hombres es más importante que el
silencio. Es necesario recogerse en el amor fraterno, es allí que se encuentra
al Bienamado.
¿Cómo se
vivirá esta doble proximidad con Dios y con sus hijos los hombres durante la
última etapa de su vida en Tamanraset? Fue allí para reunirse con los más
alejados, pero… se encuentra muy solo -único francés y único cristiano- sin
compañero, sin correo. Vive marginado en este villorrio de 15 pobres familias
que al principio casi no lo frecuentan… trata sin embargo de ser
caritativamente útil, repartiendo
alimentos y medicamentos, agujas de coser y hasta enseña a tejer a algunas mujeres
Haciendo esto, queda como el que tiene y el
que da. Hará falta su grave enfermedad de enero de 1908 para que sea forzado a
convertirse en el débil y el pobre que recibe, entre otras cosas la leche de
las cabras recogida por las mujeres en 4 Kms. a la redonda. A partir de ese
momento los contactos se multiplicarán, en el intercambio gratuito de dar y
recibir, si no de bienes, al menos de la simple amistad
¿Adónde han
ido a parar la estola y el delantal? De estola no tiene necesidad durante muchos
meses, porque no puede celebrar. En cuanto al trabajo manual, lo ha aplazado
por un trabajo lingüístico encarnizado con vistas a la publicación de textos
tuarges y sobre todo de su Diccionario tuareg-francés en 4 gruesos volúmenes.
Un trabajo que le toma toda su energía y la mayor parte de su tiempo, roído
sólo por las visitas que llaman a su puerta de vez en cuando y la
correspondencia con parientes y amigos que proseguirá fielmente hasta el día
mismo de su muerte. ¿dónde encuentra aún tiempo para orar? Uno se lo pregunta.
Más allá de la
estola y del delantal, permanece el corazón de Nazaret, que es también el
corazón y la cruz de Jesús: ese JESUS CARITAS que lleva en su pecho y en su
propio corazón. En lugar de un trabajo de evangelización explícita y de
diaconía que todavía parece imposible, permanece en el cada día, « el
apostolado de la bondad». Finalmente es el único programa que da a los Priscila
y Aquila –los misioneros laicos- que así llama por sus deseos de una futura
evangelización: « Amor, amor, bondad, bondad »
Aportacuín de
Jean Maríe Pasquier, presbítero, durante
el
Encuentro-vacaciones
europeo de la Fraternidad Laica
En el verano
2009 en Suiza (vaumarcus)
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